
26 Jul 2023
Blade Runner (Ridley Scott, 1982) nos mostró un futuro que, llegados ya a ese noviembre de 2019, ha resultado distópico en muchos aspectos. Aunque muchas ciudades actuales bien se asemejan a aquella Los Ángeles futurista, sombría, húmeda y saturada de luces de neón (leds ahora), la verdad es que la robótica, la IA y la ingeniería genética todavía están en pañales. La humanidad no ha colonizado el espacio exterior y lo más parecido a un coche volador que he visto en mi vida ha sido el Ford Thunderbird de Thelma y Louise.
Pero Blade Runner, obra maestra indiscutible del cine, y no solo del de ciencia ficción, cuyo visionado debería de ser obligatorio para todo buen amante de la fotografía cinematográfica, o de la fotografía a secas, nos brindó algunos de los artefactos más icónicos de la historia del cine, como los spinners, el blaster con el que Rick Deckard eliminaba replicantes a boquete limpio, o el famoso maletín para el test Voight-Kampff. Pero sin duda, el cacharraco que seguramente hizo las delicias de cualquier fotógrafo antes de la era digital, fue la máquina de foto análisis Esper.
